-Han pasado mil noches ya, y solo puedo contemplar la misma
luna, la cual nos observa atentamente desde el principio de todo. Viendo pasar
los días, los años, las décadas y siglos que hemos recorrido por este bello
planeta, construyendo, derribando y mortificándolo, llevándolo a su
destrucción, a corromper el aire puro que emana de la preciosa naturaleza que
día a día nos obsesionamos con destruir, eliminar y pisotear.
Me pregunto si conseguiremos destruirnos antes a nosotros
mismos, o la propia luna decidirá intervenir ante tal hecatombe, pues tan
doloroso es, que cada día se ven menos estrellas en el firmamento, ya que han
decidido marcharse ante tal crueldad.
-Asombroso, muy bueno
Hugo, sorprendente, no me esperaba esto de ti. Cuando acabe la clase me
gustaría hablar contigo.
Bueno, como ya os habréis dado cuenta me llamo Hugo.
¿Quién soy?, pues
básicamente un chico de dieciséis años, sin ninguna aspiración en la vida, a no
ser que ser superhéroe cuente como ello.
Pues tengo el poder de hacerme invisible para las chicas,
bueno y eso seguido del poder de crear un vacío a mi alrededor por el cual
nadie se me puede acercar.
Me pregunto si mi súper invisibilidad me serviría para
colarme en el vestuario de las chicas sin que se diesen cuenta, sería una gran
historia, igual así consigo todo aquello que deseo, fama, dinero, mujeres…
Y tal y como soñaba con esas palabras, sonó el timbre que
finaliza la clase… Cuantas veces había soñado que ese timbre no era sino otro que
el de la alarma antincendios y que el instituto se encontraba en vuelto en
las llamas.
Mientras corría por el pasillo para salvarme del fuego, pero
en mi desenfrenada huida escuchaba la voz de una chica, una voz muy tenue, casi
apagada, pero la cual reconocía desde lejos, la voz de Marina, oh Marina, mi
amada…
No sabía cuántas veces me había llegado a imaginarme
cogiendo su mano. Tantas, que si se pudiese denunciar por acoso en sueños ya
estaría en la cárcel y con una orden de alejamiento de mil kilómetros…
Corriendo hacia esa voz
me desvíe del grupo, y me encontré a Marina atrapada bajo una estantería
la cual se había caído sobre ella sin que nadie pudiese socorrerla. Realizando así un esfuerzo sobrehumano le quite la estantería de encima, y mientras me
quitaba mi camiseta para cubrir su preciosa cara, la recogía y colocaba en mis brazos, para sacarla de ese maldito infierno, en el cual el instituto era
devorado en las temibles llamas, siendo así el héroe y como no, llevándome a la
chica…
- ¿¡Hugo!?
-Sssii… Ya me había vuelto a embobar en mi subconsciente, mis compañeros habían desaparecido cual bólidos de carreras y solo quedábamos el profesor y yo.
-Acércate, vamos a hablar.
Con un paso bastante tambaleante avance hacia mi profesor,
el cual era una fiera indomable. Sus exámenes parecían más una caza de brujas,
en el cual las sintaxis parecían anacondas enormes sacándote los colmillos y
estrangulando tu mente, para que no te dieras cuenta de lo obvio, de la sencillez
del ejercicio.
Este hombre era capaz de asustar a los dioses del Olimpo,
pero agarrando mi espada y mi escudo me dispuse a enfrentarme a él, como cuando
Hércules derroto a medusa.
Dispuesto a cortarle la cabeza a la bestia, me acerque más
decidido que nunca y,… tome asiento a su lado, pues me señalaba una silla cercana
a él y obedientemente me senté, sin rechistar, aunque un segundo más y sé que
hubiese desenfundado mi espada sin dudarlo…